Por Armando Escandón Muñoz
a José María Villarías Zugazagoitia,
maestro que cimenta el futuro
En el marco de la XV Feria Internacional del Libro de la Ciudad de México, el domingo 18 de octubre a las 16 hrs., en el foro Eduardo Galeano, se llevó a cabo un diálogo llamado “Mano a mano: Elena Poniatowska y Almudena Grandes”. En su mayoría, los asistentes ignoraban quién era la escritora española —aunque parte del público sí esperaba la firma de libros por parte de la madrileña—, estaban ahí para escuchar a la autora de La noche de Tlatelolco, quien a la siguiente hora y en otro foro, presentaría su más reciente novela sobre Guadalupe Marín.
De aquí en adelante, centraré los comentarios en la figura de Almudena Grandes (Madrid, 1960),[i] a quien se le conoce principalmente por su primera novela, Las edades de Lulú (1989), pieza de corte erótico con la que obtuvo el ya desaparecido “Premio La Sonrisa Vertical”. Sin embargo, su obra rebasa la docena de títulos y boga por diferentes temas, aunque en varios de sus títulos la mirada femenina juega un papel central. Sobre el particular, Alicia Rivera Delgado escribió: “Fiel a su encuadramiento dentro de la nueva narrativa española, la producción literaria de Almudena Grandes procura el entretenimiento, la captación del interés del lector, usando la memoria y la invención […] Mediante la exploración de incertidumbres personales, indaga en el ámbito de unas mujeres insatisfechas con su presente, pero dispuestas a luchar por un futuro promisorio”.[ii]
Almudena Grandes mencionó que era la segunda vez que visitaba la Feria —en la ocasión anterior acudió recibir el “Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska”, que se le otorgara en 2011, por Inés o la alegría—. Así, tras un conteo simbólico —encabezado por la autora de Lilus Kikus—, en memoria de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, Grandes y Poniatowska tocaron el tema del Exilio español en México y recordaron nombres como Max Aub, Luis Cernuda y Adolfo Sánchez Vázquez. Hubo un momento muy emotivo cuando se mencionó el importante apoyo que México le brindó a la República española, mediante la figura de Lázaro Cárdenas.
Posteriormente, Grandes rememoró que en sus días infantiles ella tenía interés en desarrollarse como azafata o enfermera cuando creciera, en contraposición de las niñas de hoy. “Ahora todas quieren ser concursantes de la tele o modelos”, afirmó. Asimismo, contó una anécdota de sus inicios como escritora:
Yo quise ser escritora desde muy pequeña, porque desde muy pronto a mí lo que más me ha gustado en esta vida es leer, yo creo que si me pagaran por leer, a lo mejor no escribiría. Como no me pagan, no me queda más remedio que escribir. Así que en el origen de mi vocación literaria siempre estuvo la lectura. […] Las primeras cosas que yo escribí en mi vida, las escribí porque no sabía dibujar. Cuando era pequeña, todos los domingos, mi padre, nos llevaba a mí y a mis hermanos a merendar en casa de mi abuelo […], porque en aquella época en España sólo había una cadena de televisión y sólo trasmitía un partido de fútbol a la semana, y no como ahora que hay siete partidos de fútbol todos los días […]. El fútbol era todavía una cosa importante. Entonces, mi padre se ponía con mi abuelo a ver el partido, y a los niños —para que no diéramos la lata—, nos metían al comedor y nos daban hojas de papel y lapices de colores, pero yo dibujo muy mal, muy mal, muy mal. Entonces, me aburría, porque si dibujas mal, te aburres. Yo sólo sabía hacer una casa, poniendo un triángulo de techo a un cuadrado y cuando intentaba dibujar cualquier animal, me salía una vaca […] Entonces, me aburría y protestaba. Y decía: “¡Ay, qué me aburro”, que no sé qué. Una tía abuela mía me dijo que por qué no escribía un cuento, que a mí siempre me había gustado leer, pero me lo dijo no por animarme, me lo dijo por quitarme de en medio. Dijo: “¡Mira! ¡Mira! ¡Mira! Tú escribe un cuento, escribe un cuento”. Y entonces empecé a escribir cuentos los domingos, mientras mi padre y mi abuelo veían el partido de fútbol en la televisión. Y como yo ya era una escritora de largo aliento a los ocho años, no me daba tiempo nunca de acabar el cuento, pero como ya era una escritora perfeccionista hasta la naúsea a los ocho años, cada domingo empezaba otra vez el mismo cuento […] Y el cuento que yo escribía […] tenía que ver con una costumbre española espantosa, que era una forma de tomarle el pelo a los niños… A los niños españoles en aquella época, yo creo que ahora nos hemos civilizado un poco más, nos decían: “Tú no eres hijo de tu madre, a ti te han cogido de unos gitanos. Tú no eres hija de tu madre, a ti te sacaron de bajo de un puente”. Claro, ustedes ya me ven a mí, la cara que tengo, mi color de pelo. Yo veía a los gitanos y decía: “¡A lo mejor es verdad! ¡A lo mejor es verdad que me han recogido de unos gitanos!”. Y lo gracioso es que mi madre era igual de morena que yo, tenía el pelo igual de negro que yo, era igual que yo, pero como el miedo es libre, yo miraba a mi madre y la veía mucho más europea, como mucho más blanca y me daba mucho miedo de verdad, que me hubieran recogido y no ser hija de mi madre. Y por eso en el primer cuento que yo escribí, contaba la historia de una niña que nace con una madre, un padre y unos hermanos, en una casa [sin embargo], se pierde y la recogen los gitanos de un circo y la crían; y luego vuelve a perderse y la recoge su madre, que no sabe que es su madre y la adopta. La protagonista de mi cuento tenía que aguantar que sus hermanos siempre se rieran de ella y le dijeran: “Tú no eres hija de mamá, a ti te han recogido de unos gitanos”. Hasta que un día miraba a la niña con “ojos de amor verdadero”, que yo no sabía lo que era, pero eso sí que es muy literario, porque “sin ojos de color verdadero”, no hay literatura. La madre miraba a la hija con “ojos de amor verdadero” y decía: “¡Oh, tú eres mi hija, la que perdí!” Y lo importante es que al final del cuento —que nunca conseguí concluir—, terminaba con mi protagonista dándole “golpes de manga”. ¿A quí se le llama “golpes de manga”? A hacer así [Almudena hizo la seña que en México conocemos popularmente por “mentar la madre”], a sus hermanos y diciéndoles: “¡Soy hija de mi madre! ¡Soy hija de mi madre!”. Entonces, ese fue el primer cuento que yo escribí.
Poco después, la española mencionó el primer libro al que “verdaderamente” le dio lectura. Fue una versión infantil de La Odisea, obsequiada por su abuelo como un presente por su primera comunión. Así, ella acompañó a Ulises en el retorno a Ítaca, a través de emocionantes aventuras. Más tarde, Grandes habló sobre el quid de la literatura. Afirmó: “La literatura es un arma para ajustarle cuentas a la realidad”. Es decir, desde la ficción se puede realizar lo que en el mundo lineal se nos está vedado. Aquí, jugando un poco al espejo con la obra de Poniatowska, comentó sobre su literatura. Relató cómo ambas, de cierta forma, han transitado por caminos creativos semejantes, en cuanto al mundo verdadero y la ficción se refiere; ruta en que la realidad insufla al ámbito creativo y donde, desde las letras, se puede ejercer “una misión moral”:
Aparte de que nosotras seamos mujeres, realmente como escritoras hemos trabajado mucho en territorios parecidos, el territorio fronterizo entre la historia y la ficción, entre la realidad y la ficción. Yo en los últimos años estoy inmersa en un proyecto, un ciclo de seis novelas que tienen un título común: “Episodios de una guerra interminable”. En ese ciclo pretendo contar 25 años de la historia de mi país, desde el final de la Guerra civil hasta el año 64, desde el punto de vista de los resistentes, de los españoles que no aceptaron la derrota de la República, de los españoles que siguieron luchando por las libertades y por los derechos de sus conciudadanos. Y estas novelas mías están basadas en hechos reales. Entonces, yo pienso en la obra de Elena, en su libro sobre Tina Modotti, en su célebre y clásico, imprescindible, libro sobre Tlatelolco. No me he podido leer tu última novela, ya me han hablado fenomenalmente de ella y me han dicho que Guadalupe Marín es un personaje irresistible, pero todavía no me la he podido leer. Pero yo como lectora de Elena, creo que ella ha tenido que hacer un viaje parecido al que he hecho yo para escribir libros que están basados en sucesos reales, que tienen mucho de documentación, pero que son literatura y que son ficción. Ese proceso basado en hechos o personajes que han ocurrido de verdad. De lo que se trata es de crear emoción, porque el territorio de la literatura es la emoción. En definitiva, lo único importante es escribir libros que sean capaces de conmover a los demás, como a mí me han conmovido los libros de escritores como Elena Poniatowska. Creo que aparte de nuestro vínculo de lectoras mutuas, porque me acabo de llevar la alegría de verla sacar unos libros míos para que se los firme; que va a ser la primera a la que le voy a firmar esta tarde. Es la “más enchufada”, como decimos en España. A parte [de] nuestro vínculo de autoras leídas y de lectoras y autoras, creo que tenemos un, un… Bueno compartimos un impulso. Yo siempre he dicho que me considero una escritora muy afortunada, porque yo antes de nada soy escritora y mi obligación es escribir buenos libros y esa, digamos, es mi misión y es mi compromiso fundamental. Mi compromiso fundamental es con la literatura, pero haber descubierto un filón de historias que no se habían contado [resultó sorprendente]: la historia de los resistentes contra la dictadura en mi país, que es una historia que prácticamente no se ha contado, que no se conoce, que nadie se ha tomado el trabajo de contarla bien, de estos héroes pequeños que con muy poco, con muy pocas armas, con muy pocas fuerzas, con muy poca capacidad de hacer daño, se declararon en rebeldía y dijeron que iban a resisitir y resistieron durante 37 años. Ese filón, a mí me ha hecho muy feliz como escritora, porque para un escritor no hay ninguna emoción comparable a [la de]encontrar una historia que no se ha contado, pero también me ha permitido satisfacer un impulso moral, que es, digamos presentarles [esos sucesos] a los lectores españoles de mi país que no saben nada, a los lectores de ahora decirles: “Aunque tú no lo sepas, aquí vivió éste, y vivió éste y aquí vivió ésta y se jugaron la vida por ti, para que tú ahora tengas derechos, para que tú ahora vivas en una democracia”. Incluso, a mí me da la opotunidad de hacer un homenaje y de darle las gracias a esta gente a la que en España nadie le ha dado las gracias. Entonces, yo creo que eso es un privilegio. Encontrar una forma de escribir que permita satisfacer la ambición literaria y, al mismo tiempo, cumplir una misión moral y comprometerte con la realidad del país en el que vives, yo creo que es un privilegio y es uno de los motivos, de las razones por las que merece la pena vivir y por las que merece la pena escribir. Yo, leyendo a Elena, tengo la impresión de que ella ha sentido alguna vez algo parecido.
Tras el cierre de la charla y agradecerlas personas su asistencia, Almudena Grandes firmó libros. En ese momento, mientras ella atendía a su público, tuve la oportunidad de preguntarle sobre la partida de este mundo de Ana María Matute (1925-2014), a lo que Grandes respondió: “Fue una gran perdida para las letras, la admiraba mucho, más allá de las discusiones de género en la literatura, Ana María Matute fue la más importante narradora de su generación”. Partí de ese espacio, dejando a Almudena Grandes en medio de sus admiradores, contento de haber escuchado en persona a una de las más vigorosas novelistas actuales de la lengua española.
Obra consultada
Rivera Delgado, Alicia, Los personajes femeninos en tres novelas del ciclo testimonial de Almudena Grandes. Tesis para obtener el grado de Licenciada en lengua y literatura hispánicas, México, Universidad Nacional Autónoma de México / Facultad de Filosofía y Letras, 2005.
[i] Este criterio responde a que a Elena Poniatowska tenemos la fortuna de escucharla y leerla más a menudo en México —y más ahora que se encuentra promocionando su más reciente novela, Dos veces buena, centrada en la figura de Guadalupe Marín—, lo que no ocurre con Almudena Grandes.
[ii] Los personajes femeninos en tres novelas del ciclo testimonial de Almudena Grandes. Tesis para obtener el grado de Licenciada en lengua y literatura hispánicas, p. 91.