HELIA, LA HEREDERA DE LA TEMPESTAD

por Francisco Araya Pizarro

La estrella “Espectro” flotaba silenciosa en la órbita de Helios, con los escudos apenas vibrando ante el fuego dorado de la estrella. Helia, de pie frente a la escotilla de observación, sentía cómo la energía solar palpitaba bajo su piel. Siempre había sabido que era distinta, pero no fue hasta aquel día que lo comprendió del todo. Era su primera misión. A bordo de una nave vieja y modificada para el salto entre tormentas solares, debía recuperar esquirlas de Solium, un mineral raro que sólo se formaba en las erupciones más violentas de una estrella. La rutina, sin embargo, fue interrumpida por un zumbido grave. Bajo el panel de control principal, un compartimento oculto se abrió como guiado por un llamado ancestral. Allí estaba “La Médula de Faetón”: un cristal líquido suspendido entre anillos de oro y grafeno, que vibraba con una luz púrpura que no pertenecía a este mundo. Al tocarlo, imágenes invadieron su mente: Ciudades estelares, tormentas hechas canción, voces antiguas… y una en particular, la de Lynam Faetón, su antepasada, hablándole desde el pasado. “El poder no debe ser arma, sino brújula”.

Aquel descubrimiento encendió una guerra dentro de ella. Helia había sido entrenada para obedecer, para seguir órdenes de la Flota Solar, para extraer y servir, pero ahora poseía el poder más grande que jamás había existido, y ya no confiaba en quienes la habían enviado.

“Energía solar lista para ignición”, anunció el panel. Helia cerró los ojos. Sentía el calor de la estrella entrando en su pecho, convirtiéndose en fuego líquido. Cuando volvió a abrir los ojos, ya no era la misma. En un hangar de superficie, Astra y Mako desmontaban piezas de un transportador solar cuando la alarma sonó. “¿Otra explosión en el colector?”, preguntó Mako, pero Astra ya revisaba la señal. “No. Esto es distinto. Es una firma energética… antigua. Imposible”.

Esa misma noche, bajo la sombra de los anillos exteriores, una figura encapuchada los esperaba junto a la esclusa de emergencia de su nave. “Mi nombre es Helia. Necesito su ayuda”.

Al principio dudaron. Pero al mostrarles la Médula y las grabaciones de Lynam Faetón, sus rostros cambiaron. “La Flota busca esto. Quieren activar el Jardín Solar, y someter a toda la red estelar. Si lo hacen, nadie escapará de su control”.

Astra, la hacker de sistemas estelares, y Mako, técnico de propulsión, aceptaron unirse. No por Helia, sino por la posibilidad de destruir el monopolio que los había dejado sin hogar. Mientras tanto, en la cámara del Almirante Cerys Octavia, el informe llegó. Una firma de activación había sido detectada. “La heredera ha despertado”, murmuró. “Envía a las Centellas. Si no podemos usarla, que no quede nada”.

Días después, orbitando la luna de Delhara, el grupo contactó a Kalel el alquimista, que vivía entre restos de estaciones destruidas, un sabio loco obsesionado con la Médula. “No debieron activarlo”, les dijo apenas los vio. “Cada estrella está conectada. Cada uso, una herida. Cada herida… un eco”.

Kalel les mostró el mapa secreto que Lynam había dejado: la ubicación de la Estación Umbral, oculta en el vórtice de una estrella muerta, donde se hallaba el dispositivo capaz de destruir a Helios. “La Flota ya va hacia allá. Si llegan primero… la galaxia será sólo un teatro de cenizas”.

El todo fue brutal. El vórtice de la estrella devoraba cualquier nave que no estuviera protegida por la Médula. La Estrella Espectro se estremecía, pero Helia, conectada al cristal, navegaba como si el plasma fuera la mar oceana. La estación emergió entre nubes de ceniza: una espiral negra, sellada desde hacía siglos. La batalla comenzó antes de aterrizar. Drones solares, soldados biomecánicos, y al fondo, la fragata de Octavia, descargando rayos solares sobre la superficie. Astra desactivó las defensas, Mako conectó los motores auxiliares, Kalel selló las puertas traseras, y Helia… Helia se adentró sola a la Médula.

Allí la esperaba Octavia. “No entiendes el regalo que tienes”, dijo. “Podríamos gobernar las estrellas y el tiempo. Ser diosas”.

Helia alzó la mano, y el núcleo respondió. El fuego bailó sobre su piel, sin quemarla. “No nací para obedecer, ni para destruir”.

Entonces se dio el choque. Energía solar contra voluntad humana. Octavia cayó, no por un rayo, sino por su arrogancia. Helia absorbió la Médula y lo devolvió al silencio. Sin activarlo. Sin matarla. Sólo desconectándolo.

En los días que siguieron, la Flota se desmoronó ante la noticia de quienes tenian el único control de todo ese poder. Los mundos recuperaron su autonomía. Los mares de plasma, antes campos de batalla, volvieron a ser rutas de exploración y comercio. Astra y Mako creación una red de estaciones libres. Kalel desapareció. Y Helia…

Helia volvió a orbitar Helios. No para dominar el poder de la estrella, sino para ser su custodia. A veces, cuando las llamaradas son fuertes, algunos dicen ver una nave bailar entre las tormentas, como una libélula. Y juran que, al final de cada fulgor, una voz femenina susurra: “El poder es sólo la sombra del corazón que lo contiene”.

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IMAGEN AL EXTERIOR

En el país de los huesos, alguien dispuesto a volar >> Óleo sobre madera >> Alias Torlonio

Francisco Araya Pizarro nació el 15 de Diciembre de 1977 en la ciudad de Santiago de Chile, hijo de Eduardo Araya y María Cristina Pizarro, es Diseñador Gráfico, Artista Digital, Asesor Gráfico para ONGs ligadas a las Naciones Unidas, Community Manager y Escritor de Ciencia Ficción. Publicó cuatro libros en Amazon.com (Las Crónicas de Marte, La Gata Relámpago, Codei Humanitas y Lid), tres relatos suyos han sido incluido en antologías (Hoy Despierto, Un Horizonte Oscuro y Un Guardián en las Profundidades), sin olvidar su participación con su cuento estilo cyberpunk “Fragmentos del Éter” para el programa de Radio U.Chile “La fábrica de cuentos”. Muchos de sus cuentos están en diversas revistas literarias de habla hispana, también se pueden encontrar sus relatos cortos en www.tumblr.com/franciscoarayapizarro

Actualmente reside en Santiago de Chile, desempeñando su labor profesional como diseñador gráfico y escribiendo relatos que mezclan fantasía y tecnología.

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