Desperté con dolor de cuello, no sé en que momento me quedé dormido pero aún retenía el libro de cuentos entre las manos, ahora tenía un par de líneas paralelas marcadas en mi mejilla, que coincidían a la perfección con los bordes del libro. Traté de hacer estiramientos de la espalda y el cuello sin forzarme demasiado, me puse de pie y calenté el agua para el café, busqué el pan que tenía guardado, demonios ya estaba hecho una roca, una vil roca, 8:15, en 45 minutos empezaría a salir el pan dulce, siempre he pensado que deberían hacerlo más temprano, les falta visión del negocio… aunque realmente no lo sé, no tengo ni la menor idea de cómo sería el negocio de una panadería y la administración de sus hornos, lo único que sé es que deberían de sacar las conchas antes de las ocho… por cierto, eran 8:15 ¡madres! Ya no llegaba a trabajar, pensé en qué inventar al jefe… estuve en contacto con alguien positivo a COVID, la nueva confiable. Tocaron a la puerta, toc, toc, toc… no habían visto que a un costado está el timbre, toc, toc, toc… no iba a abrir ¿Qué tal que eran de la oficina? Sería más creíble decirles que estuve internado luchando por mi vida, me fui a asomar por la ventana, sólo por la curiosidad, si hubiera sido un gato ya estaría muerto… era Marcela.
Marcela estaba parada al otro lado de la puerta mirando un punto fijo, miró su reloj, éste le devolvió las 8:17 en una suerte de números grises, torció la boca haciendo una ligera mueca de desagrado, se daría la vuelta y caminaría en sentido contrario, la puerta se abrió de forma repentina descubriendo la cara de Enrique, no escondió su sorpresa.
—Marcela, ¿cómo estás?
—Hola, bien. ¿No te molesto?
—Tú nunca me molestas.
—Sólo quiero saber si estás bien, no te he visto en este par de días y me preocupé.
—Muchas gracias, estoy bien, es que mi jefe está enfermo y aunque todos los demás estamos bien, pues nos dieron un par de días. Le acababa de mentir a Marcela, no me gustó hacer eso. Pero pasa, te invito un café y a las nueve vamos por un pan de dulce.
—Me encantaría, pero tengo clase, ya no llegué a la primera, pero… espero llegar a las demás. La próxima que tengamos oportunidad sí te acepto el café.
—Claro… Sólo dime cuándo puedes y yo me hago la oportunidad. Me regaló, a manera de despedida, una sonrisa sin dejar mostrar sus dientes, la vi alejarse, se detuvo un par de metros adelante, volteó y regresó corriendo, me descubrió ahí parado viendo cómo se alejaba.
—Por cierto, casi lo olvido… El sábado en el centro habrá una exhibición de cuadros, un amigo presentará sus trabajos ahí.¿Quieres ir?
—Por supuesto, me encantaría.
—Bien, así quedamos, te paso la dirección y la hora, nos vemos allá.
—Claro, a ver si mañana podemos caminar juntos.
—Claro…
Ahora sí se fue.
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Cinc >> Óleo sobre cartón >> Alias Torlonio
Rodrigo RAVZ es egresado del Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, también es egresado de la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Tomó una especialización en Dramaturgia. En este campo ha ganado diversos premios y ha creado obras como “De cuando me suicidé”, monólogo que se ha representado en México y Colombia, aparte de obras como “Infierno negro” y “Teatro muerto”, también ha participado en las adaptaciones al teatro de las películas “El casto Susano” y “Salón México”, entre otras. Sus trabajos de investigación giran en torno al teatro novohispano, aunque, si de cuentos se trata, siempre elegirá primero a Edgar Allan Poe.