Soy una onfalomántica.
Me atrapa esa cicatriz
señal de separación primigenia,
la que más incomoda
pues nos arrojó a la vida en muerte,
contradictoriamente no sentimos dolor.
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Mi manía me impulsa a contemplarlos,
ver fijamente en su interior
esperando despierte su ojo dormido
por eso pego mis pupilas a ese caleidoscopio.
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Me gusta hablar con ellos,
algunos tienen lengua
que hace mirmestesia
cuando le acercas un oído.
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Otros poseen la función de caldero nigromante,
en su interior se producen pociones fantásticas
ungüentos para la vida,
curan corazones, medulas y huesos rotos.
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Los demás sirven como pequeño jardín zen,
para sembrar palabras y guardar su eco.
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Practico la onfalomancia,
el arte de adivinar a través
de esas corcholatas,
leer los ombligos es una ciencia secreta.
Solo las maniacas podemos hacerlo
para invocar los demonios
encarcelados en los adentros.
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IMAGEN AL EXTERIOR
Risueña >> Santiago Rusiñol., Barcelona, 1861 – Aranjuez, 1931.
Fuego Abenuz, Lucina Vázquez Miranda, vagó por la vida garabateando por todos lados, después de acumular tres carreras universitarias y otros tantos postgrados, sus primeras publicaciones fueron en el ámbito del patrimonio cultural funerario. Un día conoció más a fondo la literatura y se encontró a sí misma reescribiéndose bajo la forma de minificciones, algunos poemas y narrativa corta.Juntó varias líneas sueltas y publicó Letras en desorden,después le siguió Pingüis X: un cuento y fabulas infantilesdonde hace pininos en la literatura infantil a instancias de su hijo. Ha sido antologada en publicaciones de la secretaria de cultura de la ciudad de México.
De espíritu libre, signo Leo con una pizca de Rivotril, sigue siendo entusiasta de los cursos de literatura, pues espera algún día por fin aprender a escribir.