XXVIII. EL PRINCIPIO DE LA IGNORANCIA

por Alejandro Roché

INTROSPECCIÓN

—Y pues sí, esa es la historia de la Kimberly y el Kevin; ella encontró al príncipe azul, le fue infiel y aun así el príncipe la eligió. No sé si es como un cuento de hadas.

El hombre de los aluxes interviene.

—Las hadas existen, pero su vida no es así.

—Entonces quizá sólo es una historia de putas.

—O una puta historia.

—O una putihistoria— remató Brexit, con cierto tono sexy que todos celebramos con un brindis.

Tyndas interviene.

—Podría ser una turbia historia de hadas, una turbia historia de amor, una historia de amor, una historia de un hombre y una mujer que cometieron errores, aciertos, pero había algo más en todas esas decisiones que los orillaron a jugarse el todo por el todo. A veces sólo falta el valor, el coraje para enfrentarse no a la sociedad, más bien a uno mismo, porque quizás el mayor freno de un ser humano no es la sociedad sino el autosabotaje. Kevin sentía algo, pero dudaba; nacía de él o del exterior, era un títere o alguien que pensaba si realmente Kimberly era la mujer que él quería para toda la vida, porque me supongo que si quería casarse con ella, era por eso. Entonces ambos se subieron a su carro y manejaron sin ver y a ABARRAJAR a todo el que se atreviese.

—Bueno, sea lo que sea, a todo esto, que es lo hace al monje ser monje o que es lo hace a una puta ser puta; porque si no se va a acabar la noche y vamos a quedar en las mismas.

Tyndas toma la palabra.

—Más que lo que hace al monje ser monje o a la puta ser puta, yo me preguntaría; ¿qué es lo que hace a un humano, ser tal?

—Me van a dejar el ojo tan cuadrado, que no voy a reconocerme frente al espejo, ¡¡¡salud por esta noche!!!

—Mi buen amigo Tyndas, dicen que formular la pregunta es lo más complicado de la vida y vamos por buen camino. Si el hábito no hace al monje ni los vestidos a una puta, ¿entonces qué es lo que hace al monje y a la puta, ser lo que son?

—¿Habíamos dicho que las acciones, no?

—¿Sí, pero que acciones? ¿Hasta dónde podemos considerar que una mujer es puta o hasta dónde podemos decir que alguien ya es monje? ¿Hay alguien que expida un certificado?

—Pues la gente, ¿no?

—Buen punto, pero entonces regresamos casi a donde partimos, porque si la sociedad define lo que eres, entonces es muy probable que no seas eso, sino otra cosa distinta a lo que dicen.

—Pero y entonces ya no entendí nada.

—Yo tampoco entiendo nada, pero eso tampoco debe ser problema para seguir platicando, ¿no? A ver, ideas…

Tyndas con cierta duda ante el silencio nuevamente interviene.

—Las ropas no definen a la persona, eso está claro; la sociedad pone títulos según las acciones y las acciones en cierta medida definen el título que otorga la sociedad, pero ese título podría ser o no ser lo que la persona es, ¿no? ¿Pero entonces cómo saber lo que la persona es?

Jassiel rompe un largo silencio.

—Ustedes creen que todo esto tiene sentido; es decir, que platicar sobre qué es lo hace a un persona ser lo que es nos llevará a algún lado. Un carnicero vende carne y obtiene dinero, así como el panadero vende pan y obtiene dinero, e igual que la mayoría de las actividades en este mundo. ¿Pero este tipo de pláticas nos deja algún beneficio?

Si el hábito no hace al monje y nuestras acciones provocan que la sociedad nos dé un título que quizá no corresponde con nuestra realidad, ¿entonces cómo podemos decirle al mundo no somos eso que tú dices, somos esto y esto otro?; ¿pero cómo, si ni siquiera sabemos qué somos?, porque ¿cuántas veces tenemos estas charlas con amigos o mejor aún: con nosotros mismos?

Dicen que pensar es algo inútil y sin beneficio y quizá tengan razón, pero ¿por qué todo tiene que tener un beneficio y utilidad? ¿Acaso eso no es una manera excesivamente mercantilista de pensar? Qué triste la vida de las personas en donde todo gira en torno al dinero, porque para ellos está inaccesible el bello mundo de lo intangible…, y ese mundo es del que les hablo, ese espacio en donde el ser humano se ve rodeado ante el infinito de la nada y de todo lo plausible y lo imposible; y para las personas pequeñas lo inconmensurable de esto, los amedrenta, y los embrutecen sus sentidos hasta convertirse en cuasianimales porque ¿si no ejercemos el sano habito de reflexionar qué nos separa de los animales que trabajan de sol a sol como el burro o que cantan como las aves? Y quizá me aventuro demasiado, porque ¿quién asegura que los pajaritos cuando cantan no ejercen una profunda reflexión sobre su existencia en este mundo?

Quizá divago demasiado, pero platicar sobre cosas tan trilladas como que es lo qué hace a una persona ser tal, es tan viejo como el sol que sale todos los días, y es porque quizás es de las cuestiones más inquietantes que se han planteado y que siguen sin tener una respuesta concreta… Pero y entonces se preguntarán, ¿por qué hablar de algo a lo que no vamos a poder dar una respuesta satisfactoria? Y nuevamente repito: ¿Por qué todo tiene que tener sentido, utilidad en este mundo?, ¿acaso eso no es pecar de practicidad. Contemplar el amanecer no nos dará dinero, ¿pero cuántos nos hemos detenido a contemplar los bellos colores del sol al alba o al atardecer?

—Quizás no se gane nada, pero se pasa un buen rato, no?

—Sí, porque quizás al final de la vida, sólo se recordarán los buenos momentos como este en lugar de las horas trabajando de sol a sol.

—Pues yo estoy decepcionada, pensé que íbamos a llegar a saber qué es lo que hacía a una mujer como yo, ser puta.

—Brexit, lamento decepcionarte, o quizá no del todo porque acaso toda esta plática nos hizo pensar y cuestionarnos un poco acerca de lo que somos y no somos, por ejemplo tú, ¿crees que eres puta porque así te sientes o porque cuando caminas en la calle así te señalan?

—No sé — y en tono aún más frustrante— ahora no sé.

—¿Y antes estabas segura?

—Sí, antes yo estaba segura de que era una puta, pero no sé en qué momento dejé o dejo de ser una mujer y me convierto en una puta.

—¿Y acaso no es bueno? Antes estabas segura por un estereotipo de la sociedad, pero eso no es lo que eres, eres más que una puta, o eres menos que una puta; pero antes que nada yo partiría de que eres un ser humano y de ahí en adelante tu deberías responder qué es lo que eres, ¿porque acaso yo o alguien más tiene la autoridad para decir que eres? Sólo tú.

—¿Y si sólo soy una mujer?

—Pues entonces eres una mujer.

—¿Estaré bien o mal?

—Bien, mal. ¿Quién puede saber? ¿Acaso hay alguien en esta mesa, en esta ciudad, en este mundo, en este universo o en algún otro, en el pasado o futuro que tenga la certeza completa de todas las cosas?…, y no vayamos más lejos, ¿tan sólo la certeza absoluta de cualquier afirmación?… y quizás sea mejor así, porque ello podría ser el principio de la ignorancia.

Alejandro Roché nació en el Edo. de Méx. en 1979. Ingeniero en Comunicaciones y Electrónica por el Instituto Politécnico Nacional. A la par de su desarrollo profesional como programador informático, se ha ejercitado desde temprana edad en la disciplina de la Literatura, sobre todo en el campo de la narrativa. Lector ávido. De 2000 a 2005 formó parte del Taller de Creación Literaria del escritor Julián Castruita Morán dentro de las instalaciones de la ESIME-Zacatenco del IPN. Durante los próximos años escribió la novela Abraxas, hoy publicada por entregas y disponible en este medio. Colabora con profusión en Sombra del Aire desde mayo de 2015.

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