XXVI. HAY QUE SER PROFESIONAL

por Alejandro Roché

INTROSPECCIÓN

Reclinándose hacia la mesa, toma su copa.

—Esperen, todavía no termino, sólo que hace sed, ¡¡¡salud!!!

—Como decía Maky, y ahí me identifico, esto no es fácil, que si la vida me trajo aquí, pues no sé, que si tuve otras opciones, sí, quizá, pero vieran qué difícil es abrirse paso para una mujer y, pues, seamos sinceros, se gana bien, pero no es fácil. Al principio sólo era mesera, pero una cosa llevó a la otra y cuando menos te das cuenta, la necesidad del dinero te lleva a donde no pensaste llegar nunca, pero tampoco es así de fácil, las primeras veces entras, pero no saben lo difícil que es, tiemblas como un conejito asustado o estas rígida como una tabla de planchar, no quieres ni respirar y luego quieren que los disfrutes, pero, cómo, si sólo eres una cosa más, como una cerveza que pagaron por ella, así no se pinches puede. Pero llegó alguien, Darío, un caballero, un hombre de verdad. Desde la primera vez me guio, me llevó lentamente por lugares y caminos desconocidos, todo un mundo abriéndose ante mis ojos. Recuerdo claramente una de las primeras veces en que sentía ese calorcillo brotar desde aquí —señalando su vientre—, pero no sé, había algo que por instinto, religión, educación de los padres, traumas o no sé por qué, me impedía dejarlo salir. Me sujetó con sus manos de los brazos y, sacudiéndome, dijo: libérate, suelta a esa mujer que ansía por salir. Y fue como un shock porque tenía razón, pero, por si eso fuera poco, me sujetó del cuello casi hasta la asfixia y no, ¿qué les puedo decir?, esa sensación de estar al borde de la nada, porque no me había dado cuenta, pero dentro había una mujer que ansiaba por salir, por vivir, por disfrutar la vida, romper el cascaron y salir, volar como una mariposa. Desde que naces eres la niña, la hija, creces y después eres la esposa, la madre… pero, ¿y la mujer? Mujer nunca. Esa noche fue la primera vez que sentí rico, muy muy rico. Con mi esposo, al que amaba, todo era tan, tan simple, tan rápido, tan mecánico, siempre pan con lo mismo y lo mismo con pan. En cambio con Darío supe realmente lo que se siente ser mujer. Antes era simplemente un paño ABARRADO, y después me sentía como la seda más lujosa, Tampoco fue así como así de un momento a otro, pero él ayudó a liberar a esa mujer que llevaba dentro, a permitirme sentir placer, a dejarme llevar en cada beso, en cada caricia, a disfrutar del sexo… y si algo he aprendido en esto, es que si haces lo que te gusta, los hombres regresan y, véanme, no soy la gran belleza, pero los hombres me buscan y sólo por placer, pero, ¿acaso eso es malo? ¿Al zapatero lo van a ver por lo que sabe hacer, no? A mí me vienen a ver porque soy buena en lo que hago, me gusta, lo disfruto, me pagan por ello, y si eso me hace puta, pues sí, soy una puta, pero una puta que no es esclava de un hombre, aunque a veces te entra la nostalgia. Aquí conoces muchos hombres, unos sólo son de una noche, algunos se encariñan y, pues, una no es de palo, también uno siente, y a veces hasta te enamoras, pero no hay que olvidar que esto es un trabajo. No puedes enamorarte del plomero porque te hizo un buen trabajo, para eso le pagas. Recuerdo mucho a Darío, él me hizo sentir mujer, no ha sido el único pero sí el primero que me hizo conocer una parte desconocida que estaba ahí y quién sabe qué hubiera sido de mí si aquella noche no hubiera huido de mi casa, sería una abnegada madre de casa, con un hogar, un esposo, hijos, quizá hasta nietos, pero, ¿y la mujer? Esa mujer que estaba ahí se habría muerto sin ver nunca la luz del día. Dicen que las cosas pasan por algo y creo que si la virgencita me salvó aquella noche, también quería que fuera feliz, porque dicen que somos unas pecadoras, y sí, quizá somos eso, pero yo también digo que no nomás nosotras, también los hombres y ¿acaso alguien los señala a ellos?

Una vez una señora fue a mi casa, a primer ojo se veía de dinero, pero de una apariencia fatal, no fea, sino como si quisiera afearse, y me fue a reclamar que yo era una destruye hogares, que porque su esposo se quería divorciar y que todo era mi culpa, que si acaso no me dolían sus tres hijos pequeños y el “hogar feliz” que ellos tenían. No me insultó ni nada, creo que hasta me agradó, vi algo en ella, no sé, sentí una conexión y le dije: vamos a hacer un trato, yo te prometo que si tu esposo me busca, lo voy a rechazar, no voy a aceptar nada con él, pero a cambio tú tienes que hacer algo. Ella se vio sorprendida por mis palabras y preguntó qué era eso. Yo le respondí: tienes que arreglarte, tienes que lucir bonita, no ser la gran modelo, sino sólo la mujer de la que él se enamoró; platica con él, quiérelo, apapáchalo. Si su rostro venía triste y apagado, lo que dije fue como una cubetada de agua fría. ¿Crees que es fácil con tres hijos? Agarró a sus hijos y se fue. Los hombres siempre son infieles, pero Paco no era infiel por sexo, sino por necesidad de afecto, sólo buscaba cariño, plática, comprensión, me daba tanta ternura; cuando venía me decía: abrázame. Y él no es el único que viene y paga por un abrazo, porque lo tengas entre tus brazos y le digas cosas bonitas, sí, hay sexo, fantasías que sus esposas se niegan a cumplir y, pues, aquí vienen por todas esas cosas que sus mujeres no les pueden o no les quieren dar. Pero no, para las esposas nosotras siempre somos las culpables, no se dan cuenta de que ellas también tienen su parte, el hombre tiene aún más culpa, pero para ellas es puro e inocente y cayó en los embrujos de una cabaretera. Si peca tanto el que agarra la pata como el que mata la vaca, pero después dices: ¿pecadora yo?, si le doy de comer a mis hijos, no le hago mal nadie, no sonsaco a los hombres, ellos vienen aquí y te llaman. Luego me pregunto: ¿por qué es pecado hacer sentir bonito? Porque yo qué bien me siento cuando los hombres quedan con sonrisa de oreja a oreja, sé que esa vez hice un buen trabajo, porque como decía Darío: en este mundo de especialidades, hasta para ser puta hay que ser profesional.

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