NUNCA ES DEMASIADO TARDE 

por Paloma Jiménez

Por Paloma Jiménez

Desde que me cambié al género de escribir relatos y cuentos, salgo a alimentar mi mente; paisajes y cualquier otra cosa que admirar, son la herramienta del escritor, así como cuando sales a buscar la nota periodística. Este dos de noviembre no es la excepción, así que voy a visitar el campo santo de algún municipio, de los tantos que conocí durante mi trabajo en la editorial. Me decido por el panteón municipal Caracoles, ubicado en Tlalnepantla. Es el primero que me llega a la mente por el recuerdo que tengo de él desde la infancia, ya que es donde se construyeron grandes fosas comunes para la inhumación de un gran número de personas que perecieron el diecinueve de noviembre de mil novecientos ochenta y cuatro, en las explosiones de las Gaseras de Pemex, en San Juan Ixhuatepec, conocido también como San Juanico. En noticieros de la televisión, veía como eran llenadas estas fosas, con una gran cantidad de ataúdes de todos tamaños, en interminables horas de labor de voluntarios y familiares.

También quiero aprovechar y desempolvar el baúl de los recuerdos, visitar a los compañeros de trabajo que ya se encuentran ahí, como por ejemplo a José Castillo, fotógrafo y reportero gráfico, excepcional persona; a pesar de la ventaja de años, con todos los demás compañeros congeniaba muy bien, él pudo ser mi abuelo, era una combinación de experiencia, compañerismo y amistad; cómo olvidar al señor José, tengo varias fotografías mías, atrapadas por su lente, decía que era una muchacha muy bonita. Carmelita Martínez, secretaria de la editorial; a ella creo que no le caía bien, siempre estaba al pendiente de mi hora de entrada, salida y faltas a la oficina, aún tengo la sensación de que disfrutaba si había algún descuento en mi nómina, creo que hasta los inventaba, pero eso ya quedó atrás, por personas como Carmelita Martínez soy quien soy ahora, si no, me hubiera hecho vieja y amargada en aquella casa editorial.

Sigo caminando entre lápidas y el mar de gente que se apresura a arreglar sus tumbas, el día es frío y el cielo negro amaga una pronta lluvia; a pesar de eso hay una gran asistencia de familias, músicos en trío, con marimba, norteños y no podían faltar los mariachis, que  con su música hacen una algarabía por la visita de las almas de los difuntos. En algunos puntos del campo santo no se sabe quien interpreta las melodías y se vuelve ensordecedor el sonido. En la entrada hay una gran variedad de puestos de antojitos, flores, veladoras, juguetes y globos, para los muertitos y para los vivos, a pesar de que por estos días los precios de las flores se elevan considerablemente, compro un ramo de claveles rosas y blancos, para mí rotonda de muertos ilustres del Caracoles  y para los caídos de  aquel diecinueve de noviembre, por allá de los años ochenta.

Sigo avanzando para llegar al lugar de las fosas comunes, me llama la atención el tamaño de una bandera de rally, esas de ajedrez negro y blanco que usan en el arranque y la meta de las carreras de autos, adorna  la tumba de un joven, casi un niño, por las fechas xerografiadas en su lápida, llego a la conclusión de que falleció a unos días de diferencia de su cumpleaños. Tiene todo tipo de adornos referentes a las carreras de autos, juguetes de cochecitos, globos, un trofeo fabricado por manos pueriles con dos botellas de plástico y cubierto de pintura dorada, sus bebidas favoritas: una coca cola y una cerveza, algunos dulces y flores. En la cruz de la lápida hay unas  letras negras de regular tamaño donde se lee el nombre del finado, fecha de nacimiento y deceso y su alias “Bam-Bam Jiménez” con letras más grandes. En la remoción de recuerdos producida al admirar el arreglo de esta tumba, me llega el de cierta actividad ilícita que era muy común por allá de principios de los años noventa, tal vez aún se realice, pero no tiene la misma relevancia que la de aquellos tiempos, ya que estaban involucrados empleados y mandos de un ayuntamiento.

El jefe de redacción de mi editorial a José Castillo y a una servidora, nos hace la encomienda de realizar un reportaje sobre las carreras clandestinas de autos que se realizan por la madrugada en importantes avenidas del municipio, se corría el rumor de que se realizaban apuestas y  que algunos pilotos de los autos eran menores de edad. Ese mismo día, con otros compañeros del gremio periodístico, nos  ponemos de acuerdo para darnos a la tarea de ir en busca de las dichosas carreras conocidas en el mundo de barriada como arrancones, no fue mucho trabajo dar con una, algunos vecinos quejosos informaron lugar y hora a Manuel Aguirre, reportero de un diario de importante circulación en el Estado; también lo que se decía y lo que ellos veían: ya estaban hartos del escándalo, porque no sólo era el estruendo de los motores de los autos, también instalaban grandes bocinas donde escuchan música estridente a gran volumen que no dejaba dormir a nadie, así que sólo teníamos que corroborar todo lo que se rumoraba o si era mera especulación de los vecinos. En esa ocasión la carrera se realizó sobre importantes y grandes avenidas de un municipio de gran urbe. Ya a punto de comenzar la carrera, a algunos asistentes les era incómoda nuestra presencia y de inmediato llegaron varias patrullas a dispersar a los asistentes.

Por varios días, semanas y meses no se volvió a escuchar nada referente al caso, Manuel Aguirre fue informado, por los vecinos quejosos, que de algo había servido nuestra presencia, ya que ahora podían dormir tranquilos toda la noche. Esta reseña me inspira a escribir una historia, que pudo ser, tal vez, la del Bam-Bam Jiménez, el mejor piloto de carreras de arrancones. En estos días el clima ha cambiado, está muy loco, ¡lloviendo en noviembre!, en el día de muertos debe de hacer frío en la mañana y calor al medio día, así se refiere a este dos de noviembre Natalia Jiménez; Nati, como le gusta que la llamen sus hijos, nuera y nietos. Hoy amaneció lloviendo y el cielo está muy negro, pero eso no impedirá que la familia Jiménez vaya a visitar a sus difuntos al campo santo.

Desde unos días antes se pusieron de acuerdo para ir, les llevan flores, dulces, comidas y sus bebidas favoritas. Sólo esperan a que llegue Óscar, el hermano mayor, ya que él los llevará en su camioneta. Wendy junto con su novio ayudaron a la mamá  a empacar lo necesario y a revisar no olvidar nada. Óscar vive en otro municipio y por la fecha y lluvia les avisa, con una llamada de su celular,  que demorará un poco; la pareja decide ir a un súper cercano a comprar los refrescos que les hacen falta, Mario Alberto o Bam-Bam, como lo conocen también amigos y familiares, es el menor de los tres hermanos, hoy se rehúsa a acompañarlos, está muy molesto con ellos, desde hace días todos en la casa lo ignoran y no le hablan, hace apenas un mes fue su cumpleaños, su hermano Óscar lo reprendió por abandonar el festejo que se hacía en su honor y también por llamarle la atención de lo que entre los vecinos era bien sabido, y no dudaron en poner al tanto a Nati, que participa en carreras clandestinas de arrancones y que él junto con otros muchachos se reúnen  en la madrugada y usan de pista avenidas importantes del municipio y, no conformes con eso, instalan un equipo de sonido y no dejan dormir a nadie. Nada han podido hacer por impedirlo, ya que estas actividades son solapadas por las autoridades y nadie les hace caso, así que se han dado a la tarea de avisar a los padres de los chicos. Ese día, la discusión entre los hermanos subió de tono y llegaron a los golpes, Nati y la esposa de Óscar tuvieron que intervenir para separarlos.

Mario Alberto sale de la casa muy enojado en su carro, pasa como siempre a recoger a Cacho, su amigo, que ya lo espera impaciente en la puerta de su casa. Cacho nota la molestia de Mario Alberto y lo cuestiona al respecto. Él a medias le dice lo que pasó, pero ya es mayor de edad y no tienen por qué meterse en sus cosas. En una avenida principal de esta urbe, se han  juntado ya decenas de jóvenes. Cuando van llegando a la avenida, Mario Alberto se sorprende por la presencia de una patrulla, Cacho lo calma y le dice que está desviando el tráfico, porque la carrera se pondrá buena, contarán con la presencia de algunos empleados del ayuntamiento, se correrán apuestas y “el Bam-Bam es su gallo”. Si ganas, con el dinero terminarás de equipar el carro, le dice. En el recorrido hacia la salida, todos los presentes lo ovacionan y corean Bam-Bam, Bam-Bam. Los participantes se ponen en formación, una chica con poca ropa ondea la bandera a cuadros para dar la orden de arranque, los autos salen como bólidos disparados, el Bam-Bam sólo escucha el rugido de su motor, lleva la delantera, el aire que entra y sale por las ventanillas del carro hace que sienta el impulso como el de una  bala y, con toda la adrenalina, pisa con fuerza el acelerador, de reojo observa cómo la aguja del velocímetro va subiendo y llega al máximo, siente la emoción de la velocidad y experimenta cómo esta, en su máximo punto, puede atravesar un árbol sin ningún problema…

Tal vez el hecho de retarlos y participar en la carrera de arrancones es lo que tiene molesta a su familia, Mario Alberto es ignorado por todos, nadie le habla, hasta Sofi y Mau, sus pequeños sobrinos, entran a su recámara y juegan con sus carros miniatura de colección, husmean en los cajones de su cómoda y se han llevado a su casa varios de sus muñecos de peluche. Mario Alberto se la pasa ahí encerrado todo el día  y hoy no es la excepción. En algunas noches ha escuchado a Nati sollozar y reprocharle su desobediencia, y que a pesar de todo ella lo ama. Wendy suele pararse frente a la puerta de su recámara y no le perdona el hacer sufrir a su mamá, el novio tiene que calmarla. Mario Alberto no entiende las reacciones de su familia. Casi una semana después de la pelea, Óscar fue a visitarlo y entró a su cuarto, se ha sentado junto a él en la orilla de la cama, le dice que si lo ha retado es por su bien y porque lo ama, se disculpa por la discusión de aquel día. Todo lo que le dicen a Mario Alberto lo enfurece aún más, no acepta disculpas y no voltea siquiera a mirarlos, el único que sí parece comprenderlo es Silvestre, un gato adulto de gran tamaño, negro con blanco y grandes bigotes. Silvestre ha estado acurrucado junto a él, era muy arisco, ahora cada que lo acaricia, siente como se encrespa de la cabeza a la cola y hasta le ronronea. Mario Alberto no entiende este cambio de actitud del gato y también lo desconcierta la Doris, una preciosa  pitbull azabache de su propiedad, que le recrimina también su irreverencia, cuando intenta acariciarla se aleja y desde entonces se mantiene así.

Mientras Nati espera sola en casa, a que se reúna  la familia para irse al panteón, se pone a revisar la galería de fotos de su celular, con un dedo va pasando lentamente una a una las imágenes, hasta que llega a una de Mario Alberto, él está enfrente de su automóvil, su mente es invadida por los recuerdos, parece que fue ayer cuando comenzó todo o quizás terminó; entonces opta por recuerdos más agradables y va a su recámara por álbumes de fotos familiares, en específico fotos de él, una foto de bebé le recuerda el porqué del alias de Bam-Bam, sus hermanos se lo pusieron por un personaje de una caricatura de la televisión, era un bebé blanco y robusto, el más hermoso de todos. Llega a las fotos de su primer cumpleaños y no puede evitar las lágrimas al ver los pucheritos que atrapó la lente de esa cámara, le temía a la llama de la velita del pastel, o donde está vestido de indio arriba de un caballo, en un día de corpus, esa vez no se dejaba dibujar los bigotes; paseos, cumpleaños de sus hermanos, navidades, graduaciones y fiestas familiares le removieron los recuerdos a Nati. Las fotos del último cumpleaños de Mario Alberto no las ha querido ver, recuerda todo como si hubiera sido ayer, aún no supera del todo lo que sucedió, recuerda muy bien que el día de su cumpleaños fue jueves, pero por actividades del trabajo y escuela, decidieron festejarlo hasta el domingo.

La llegada de Óscar la hacen volver a la realidad, los niños entran corriendo a la casa y directo a la recámara del tío Bam-Bam como le dicen ellos, le dejan una flor y golosinas en la cama, pero el tío sigue aún molesto, y decide mejor tomarlas cuando salgan, sus sobrinos lo conmueven un poco cuando se abrazan y se salen llorando dejándolo sólo. Silvestre siempre huye de los niños y alcanza esconderse bajo la cama, Mario Alberto escucha cuando todos salen de casa, siente tristeza porque  no le insistieron más, tal vez ahora sí iba a acompañarlos. Silvestre sale de su escondite y se acurruca con él, sólo el gato lo escucha y entiende. Camino al panteón, Óscar y su esposa le comentan a Nati que los niños insistieron en traer regalos a su tío y que con la fecha del día de muertos, entre los dos les dieron una explicación de lo que es el ritual.

En el panteón todo es algarabía combinada con tristeza,  un ir y venir de gente cargando sus flores, acarreando agua, unos llegan otros se van, así como es la vida misma. Nati y su familia se apresuran arreglar las tumbas de los abuelos, junto a ellos está una nueva, casi no es necesario cambiarle flores, no tiene mucho que fue ocupada, Óscar desenvuelve la bandera de cuadros negros y blancos y usa de soporte la misma cruz para erguirla. Nati deshecha las flores marchitas y acomoda las nuevas. Wendy y su novio le ponen  las bebidas y golosinas, las favoritas de los finados, los niños sacan de sus bolsillos pequeños carritos y los acomodan en el pretil, querían quedarse más tiempo pero la lluvia se los impide, se persignan y se dirigen corriendo hacia la salida. Todo el regreso los acompaña una fuerte lluvia y el silencio sólo lo rompe el crujir del ir y venir del limpiaparabrisas. Mario Alberto escucha cuando llegan. Silvestre de un salto deja la cama y va a recibirlos con fuertes maullidos, exige comida. Nati y la esposa de Óscar prepararon de comer, ya en la mesa comen igual en silencio.

Mario Alberto decide entonces salir del cuarto y enfrentar a su familia, ya es mucho tiempo de estar encerrado con la ley del hielo, aceptará los sermones, reproches y regaños, piensa en prometer olvidar las carreras de arrancones, si eso hace que le levanten el castigo impuesto de indiferencia, se incorpora de la cama y a punto de llegar a la puerta, Óscar y su familia se despiden, mañana es día laborable y hay que descansar para el trabajo y la escuela. El novio de Wendy se retira con ellos. Nati y su hija se quedan recogiendo la mesa, terminando se van a descansar, la decisión está tomada: Mario Alberto se disculpará con su familia, sacrificará su afección por la velocidad para su tranquilidad y todo volverá a la normalidad en casa, sólo que por hoy tendrá que esperar…

IMAGEN

Esqueletos en una oficina >> Óleo sobre lienzo (1944) >> Paul Delvaux

OTROS CUENTOS Y RELATOS

Mañanas de otoño >> Paloma Jiménez

Se vende piano con valor sentimental agregado >> Eleuterio Buenrostro

Úrsula >> Antonio Rangel

.

TE PUEDE INTERESAR

Dejar un comentario