MEDICINA OCCIDENTAL

por Alberto Curiel

Por Alberto Curiel

Has padecido de miríadas de dolores que te han orientado hacia intempestivos ridículos desde que eras muy pequeño, a los cuatro años abandonaste el jardín de niños en plena ceremonia de honores a la bandera (entre el escrutinio de cientos de alumnos y decenas de maestros) a causa de un espeluznante dolor de estómago que dejó un notorio manchón en tus pantalones, en cuarto grado se te ocurrió estornudar a mitad de una aceptable exposición sobre el reino monera legando una ingente masa de mocos sobre tu cara mientras tus compañeros te observaban atentamente, en tu cumpleaños número catorce, después de haber ensayado durante varios días la pose, el acento, la mirada y hasta el peinado exacto para declararle tu amor a la chica más popular de la secundaria, caíste al suelo como piedra, desmayado por un fuerte dolor de cabeza, aquella chica jamás volvió a dirigirte la palabra; y qué decir del bachillerato, en donde tus achaques de anciano te llevaron a vomitar el vestido nuevo de la maestra suplente de literatura, ¡vaya, al menos fue la suplente!, pensaste.

Así discurrieron tus mejores años, entre vómitos, desmayos, tos, mocos y tu necio juicio acerca de la medicina occidental. Crees firmemente que los medicamentos no son mas que una industria falsía y te niegas a ser parte de sus negocios fraudulentos y conspiracionistas, sin embargo, la jefa del departamento de redacción de la revista para la que laboras te obligó a asistir a la enfermería para mejorar tu rendimiento y, sobre todo, el ambiente laboral (nadie soporta mucho estando cerca de ti);  la médico te obligó a ingerir un medicamento milagroso: Bicozipam.

A partir de ese día te casaste con él, las visitas a la enfermería fueron cada vez menos constantes, y la leyenda escrita en la receta siempre era la misma: Para el dolor de cabeza: Bicozipam, para las náuseas: Bicozipam, para el olor de pies: Bicozipam, para el dolor de estómago: Bicozipam, y para cualquier efecto contraproducente: Bicozipam.

La medicina resultó realmente milagrosa, en poco menos de seies años dejaste de perder cabello, tu apetito mejoró y los malestares y dolores prácticamente fueron erradicados, no del todo, pero ibas mejorando.

Según la médico naciste con una deformidad en la glándula pituitaria que provocaba una permanente hinchazón en tu cuerpo, además, la edad y el estrés afectaban aún más tu estado, de modo que los síntomas eran controlables mas no irreversibles.

A tus casi 45 años luces como de 75, y te han diagnosticado un nuevo tipo de cáncer. Te queda un año de vida, dijo la médico lacónicamente al examinar los resultados de tus estudios ulteriores.

-¿Sabe cuál es la causa?- Preguntaste.

La doctor reclinó su asiento, junto sus manos, y espetó:

-Un prolongado uso de Bicozipam.

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1 comentario

Rafel jaume gaya 18/10/2020 - 15:21

Gracias por elegir un cuadro que define la medicina occidental; no soy literato, aunque me gusta escribir para mí; pero soy artista plástico autodidacta; me enorgullece que hayas elegido una de mis obras pictóricas para reflejar tu narrativa.

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