DIFUSIÓN Y FOMENTO A LA POESÍA EN LA ACTUALIDAD

por Nidya Areli Díaz

Por Nidya Areli Díaz*

Mi amigo Víctor Alvarado me ha pedido especialmente que hable hoy sobre la difusión de la poesía en México. Debo confesar que me ha sido difícil ponerme a enumerar los diversos aspectos que la implican; factores tan dispares como los culturales, los económicos, o las políticas públicas, por mencionar algunos. Ejemplos a este respecto son el nivel de lectura de nuestro país, desolador; lo caro y nada rentable que resulta publicar un libro, así como lo complicado de tener acceso a los recursos públicos para llevar a cabo el quehacer cultural; la falta e insuficiencia de becas al estímulo creativo; las prácticas y políticas de las grandes editoriales, poco receptivas a autores no consagrados o de baja rentabilidad; las políticas internacionales que pretenden convertir el arte en un producto más, sujeto a la oferta y la demanda; etc., etc. Quizá debiera hacer patente en este punto, que llevo ahora 6 años en mi trabajo como editora de Sombra del Aire, que este ha sido un trabajo auto-impuesto y que hemos dado cabida sin temor alguno a la poesía, dentro de nuestro espacio. Esto parecería muy natural en el ámbito de la cultura y, sin embargo, me he encontrado con espacios que no publican poesía porque no es muy leída, y ello implica que se reducen las posibilidades de conseguir patrocinios para sustentar una revista, incluso en la red.

11-Expresión poética

 

Este último punto me remite a su vez a la sustentabilidad de los espacios de difusión cultural, pues si bien la Internet abrió una vasta llanura para hacer promoción literaria de una forma más accesible, por supuesto que se pagan cuentas aún en este terreno. Cuentas que —valdría decirlo— salen de los bolsillos particulares de quienes tienen la idea y la llevan a cabo. Parece en este tenor que se tratase de una gran inversión echada siempre en saco roto, pues ni lo que puede llamarse cultura formal o de las bellas artes, ni mucho menos la poesía, son negocio. Para pensar en patrocinios, antes tendríamos que mirar a los competidores; es decir, a esas otras publicaciones que más bien apelan al chisme y al morbo, habría que ver al monstruo del mainstream, a las grandes producciones y a los hábitos estándares de consumo. Para mejor decir, tendríamos que tomar en cuenta que en nuestro país no se consume mucha poesía en lo particular y, es más, no se consume literatura en lo general.

¿Por qué entonces seguir en esto? ¿Por qué hacer el esfuerzo, año con año, por pagar las cuentas de una inversión que no será recuperada? Debiera, claro, también mencionar el trabajo implícito; por ejemplo, en la manutención de una revista de carácter literario, debiera hablar de los desvelos, de la revisión y dictaminación de las colaboraciones, de las periódicas desavenencias con los colaboradores, muy propias de lo humano, de las guerras de egos, de todo lo que queda perdido en el camino, de las personas, las cosas y los retazos de vida que se quedan en el camino, del resabio acre que perdura luego de un evento en el que no se llegó a recuperar la inversión del mismo para realizar otro evento. Hablo en nombre de las pequeñas editoriales independientes, en nombre de las revistas de difusión cultural como Sombra del Aire y en nombre de los espacios físicos y virtuales que dan cabida y difusión a las diferentes ramas del arte. Debiera, pues, mencionar nuestra lucha, como una serie de batallas perdidas. Esa es la verdad. ¿Por qué entonces seguir en esto?…

No he venido aquí a hacer una apología al mal gusto. No he venido a subrayar la falta de fe en torno a las instituciones públicas, no he venido sólo a enumerar nuestras carencias, y hablo en este punto como poeta y como promotora de la poesía. Más bien quisiera aprovechar este espacio y este momento para hacer patente que es necesario reflexionar en torno a las dolencias de la cultura en México y a sus implicaciones sociales, y quisiera mencionar que las sociedades se construyen a través de sus discursos y de sus maneras de usar el lenguaje y que es mediante la palabra y sólo a través de ella que somos y nos hacemos seres humanos, civilización e historia. He leído hace poco en El arte de la novela de Milan Kundera, palabras más palabras menos, que el tiempo de la poesía ha pasado, y pensé en seguida que me niego rotundamente y que ahora más que nunca necesitamos a la poesía. Necesitamos enarbolar la elaboración, la belleza y la sustancia de la palabra; toda la profundidad que puede caber en la poesía, para ir más allá de los discursos facilones del día a día, más allá de una sociedad que se sostiene sobre este tipo de arengas baratas y mediocres; necesitamos más que nunca aprender a elaborar el pensamiento a través de la palabra, de las figuras de la palabra,  necesitamos de la belleza de la crítica y de la reflexión que suscita la palabra bien elaborada. Retomo ahora la pregunta ¿por qué seguir en esto? Y creo responder en nombre de los que lo hacemos: estamos en esto porque creemos, porque somos Quijotes en muchos sentidos, buscando la utopía y el mundo mejor con todo lo absurdo que parezca por lo menos desde hace 400 años que Cervantes nos legó su obra y quien, por cierto, se hacía nombrar poeta. Estamos en esto porque queremos gritar poemas, cantar poemas y remover las neuronas y las conciencias y los sentidos con nuestros poemas. Estamos en esto porque celebramos el pensamiento, la palabra y lo que el hombre y las civilizaciones deben a la palabra a través de los siglos. Estamos aquí porque amamos la poesía y porque la poesía es nuestra manera de amar al mundo.

*Discurso pronunciado el 21 de marzo de 2017 en el marco del Día Mundial de la Poesía, durante el evento “Expresión poética” en el Museo de la Cámara de Diputados, México, D. F.

ILUSTRACIÓN

Expresión poética. Día Mundial de la Poesía. Fotografía del archivo de Víctor Alvarado Arzamendi.

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