1. EL UNIVERSO

por Alejandro Roché

ABRAXAS

Por Alejandro Roché

Amanece, la noche acopia sus tinieblas y da paso a la luz del amanecer que penetra en la catedral. Entre penumbras y miradas de estatuas inmutables, Deizkharel se encuentra en recogimiento después de haber comulgado en la misa del día primero. De rodillas, con mirada baja, y en completa meditación, no se percata de que el arcángel Metratón[i] se desprende del sagrario manifestándose en un pilar de fuego que gira alrededor de Deizkharel, hasta que la divinidad irrumpe su rotación hablándole.

—¡Alégrate Deizkharel! El espíritu de Dios es contigo, tus acciones complacen al Señor. No temas. Él te ha elegido para que destruyas a un ángel réprobo.

Un hijo de las tinieblas encarnó de la eyaculación que provoco Agrath-bat-mahlaht[ii], ramera y concubina de Satán, en Mastema[iii]; el ángel del Señor. Él tenía la consigna de ensillar a los cuatro caballos apocalípticos que irradiarían la guerra, el hambre y la peste, para que la palabra del Señor se escuchara en toda la tierra y, aunque él no lo sabía, dejó libre al peor Demonio. Sobre él nadie tiene poder; la vida y la muerte se fusionan en su mirada. ¡Ay de ti!, pues has sido elegido para su expiración.

Deizkharel sin cuestionarse lo singular de la escena, responde:

—He aquí el esclavo del señor.

De súbito, las sombras que envuelven a Deizkharel son ahuyentadas por la luminiscencia de Metratón, el cual destella deslumbrándolo y una vez recobrada la visión, observa a su alrededor seis cunas y en cada una de ellas un bebé.

—El Señor prueba tu fe y el amor que le profesas; te pide que mates a este bebé —de Metratón se desprende una lengua de fuego para señalar una cuna—.

—No dudes, Deizkharel, un espíritu inocuo escapó del infierno y encarnó entre los mortales, su firma es la imperfección; es el número de la bestia. No debes dejarte engañar por un bebé; el lobo ha devorado a los corderos para revestirse de su pureza.

Intrigado, Deizkharel alza la mano y contempla la imagen de una daga materializándose ante sus ojos; en ella, admirado, observa un brillo cegador que emana del metal e, instantáneamente, como heridos por el sueño, los párpados caen mientras sus rodillas tocan el suelo; libera la daga, y con las palmas al rostro solloza.

—¿Y por qué no lo matas tú? ¿Por qué no lo mata Dios?

—El Señor Todo Poderoso se entristece con tu actitud.

Deizkharel ahora cuestiona a su Dios, no comprende por qué debe matar a un bebé, es perfecto, lo mira por entre las barras de la cuna y sentimientos nostálgicos le invaden, apoderándose completamente de él. Es una criatura que pudiera ser suya, misma que disfrutaría al tener en brazos para arrullar en las noches cuando la luna asomara en su ventana. Justamente, sus desvelos serian incontables en largas caminatas dentro de su habitación para que al nene le venciera el sueño, mas todo ello no importaría si el malestar es apaciguado al saber que ese pequeño es carne de su carne y sangre de su sangre; o al menos así imagina la paternidad…

En sus pensamientos busca la respuesta de por qué Dios le manda matar un bebe. No entiende. ¡Es el Demonio!, le responden múltiples susurros, los cuales paulatinamente transmutan en una estruendosa voz resonante en su interior y, al tiempo, una fuerza recóndita le hace tomar el arma, erecta el cuerpo, alza su brazo con la daga en alto…, sin embargo, el pequeño abre los ojos, sus miradas se cruzan, y en la contraria se refleja a sí mismo. Ahí la nostalgia y confusión se desvanecen, un sentimiento de alegría le embarga de lleno, mientras encumbra su mirada desafiante hacia el pilar de fuego. Deizkharel sonríe y entierra en su pecho la daga. Metratón inmutable observa la escena.

—Hombre de poca fe, tu incredulidad nos ha salvado.

NOTAS

[i] Es un arcángel que alterna con Miguel. También se dice que es hermano de Sandalfon.

[ii] Es una prostituta, así como Ángel de la prostitución y concubina de Satán.

[iii] Es un sirviente de Dios, su misión es tentar a los hombres; él no inicia el proceso de pecar, sólo guía a los hombres al pecado, para después acusarlos frente al trono de Dios. Según los jubileos, Dios le otorgó una décima de los espíritus sublevados para que obedecieran su voluntad, mientras las otras nueve partes, permanecieron condenadas, en el lugar del juicio final. Se dice que es el padre de todo mal, pero que aun así, es servidor de Dios. Es el ángel que acusa y sirve a Dios como tentador y príncipe del mal, de la injusticia y de la condenación.

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