3. LA TRINIDAD

por Alejandro Roché

ABRAXAS

Rápidamente la claridad se esconde tras nubarrones. Sólo unos segundos bastaron y el viento cubrió el cielo de densas nubes amenazando con precipitarse de un momento a otro; no obstante, con el riesgo de empaparse, Deizkharel sentado e inmóvil, contempla su reflejo en el lago del bosque; el agua turbia le hipnotiza aislándolo de su entorno e incluso apenas escucha la voz de Alétse; su esposa.

—¿En qué piensas, cariño?

—Nada, nada en especial, mira el agua, siendo tan clara, ¿cómo puede mancharse y causar asco?. ¿Sabes? El otro día que estaba en el inodoro me puse a pensar que el agua del drenaje… es un… no sé…, es decir, primero es cristalina y después sólo es un desecho… y esa misma agua que hoy mancillaste, es la misma que mañana beberás, te quitará la sed… y cuando la expulses de tu cuerpo lo harás con el mayor cuidado de no salpicarte… ¿Porque? A pesar de todo, sigue siendo agua ¿o no? Es decir… si el agua tiene heces fecales… ¿pierde todas sus bondades? Bueno, sí, ya no es potable…, en ese caso… el hombre es una peste, es capaz de corromper una sustancia tan pura como el agua…

—Recuerda que muchas veces las aguas negras sirven de riego para las cosechas…

—Sí… pero, ¿cómo es posible que la naturaleza siendo más “primitiva”, pueda beneficiarse del agua sin importar el “estado” de ésta, y nosotros sólo podamos beberla bajo ciertas condiciones?, y mira las plantas…, a pesar de la porquería con que son regadas, sus frutos son consumidos por el hombre.

—Yo pienso que la idea de “porquería” es…

—Sí…, te entiendo…, es una connotación que le asignamos a un “algo” que nos repugna. ¿Sabes por qué? Creo que la razón es superficialidad…, vivimos en una sociedad estereotipada… ¿Sabes por qué nos repugnan las heces fecales…?

—Por su olor…, su apariencia…

—Tal vez… son el reflejo de lo que somos…, nos fastidia ver lo que desechamos porque es lo que escondemos bajo la cara.

—¿De verdad lo piensas?

—No lo sé…, no, sólo son tonterías que me vienen a la mente; después de todo, el excremento sólo son desechos de nuestro organismo… y, además, “eso” que llevamos dentro es inmaterial…, nada tiene que ver con nuestro cuerpo… Pero, ¿te has puesto a pensar cómo es nuestro interior?

—¿A qué te refieres?

—Sí…, cómo somos por dentro… Y no hablo en un sentido físico… ¿Te imaginas el alma?

—Bueno, hay muchas creencias…

—¡Ahí! Espera… ése es el punto… ¿Por qué hay tantas religiones? ¿Por qué no hay sólo una?…

—Yo creo que cada religión satisface a determinados grupos sociales, en la actualidad la religión suele identificar a un pueblo. Todas aseguran ser las poseedoras de la verdad; sin embargo, la filosofía de cada una aunque es distinta, tiene…

—Sí…, pero…, ¿no crees que hay más?

—¡Ay, cariño! Tal vez, pero… en esencia todas enaltecen ciertos principios, todas ellas buscan la superación del hombre…, todas las religiones que se han mantenido a través de tanto tiempo nunca incitan a causar daño.

—¿Y cuáles son esos principios de los que hablas?

—Pues… son los sentimientos…, como el amor…, empezando por uno mismo… Porque si estás bien contigo, todo lo demás funciona como debe…

—Sí…, tienes razón…, yo pienso igual…

—Ya lo sabía, cariño…, por eso me casé contigo…

—Sí…, pero… si todas en esencia son lo mismo…, ¿por qué no se unifican?

—¡Ay, cariño! A veces eres muy ingenuo…

—Sí todas las religiones dicen ser las “poseedoras” de la vedad…, entonces… ¿quién tiene la razón? Creo que todas mienten… porque la vedad no existe… Al menos yo no puedo concebirla en una forma pura…, todo lo que existe está impregnado de imperfecciones, no existe un absoluto…

—No te entiendo. ¿Qué quieres decir?

—Mira… todas dicen que mediante la práctica de sus reglas y rituales puedes llegar a alcanzar el “cielo” o algo así.

—Volvemos a lo mismo que siempre te digo; todas en esencia tienen los mismos principios y lo demás… es cuestión de fe…

—Exactamente…, pero si todo eso sobre el alma y la vida eterna es mentira, no tendría caso tener religión y, por el contrario, si realmente existe un alma y ésta proviene de un “Dios”, ¿por qué nos exige inhibir nuestros instintos? Por ejemplo, el cristianismo, catolicismo o como quieras llamarle.

¿Has pensado que tal vez Dios sólo es un demente divirtiéndose, cuando el ser humano se halla en la encrucijada de cumplir sus creencias o dar rienda suelta a sus deseos?

—No creo que tengas razón, cariño, y no pienso de esa manera. Tal vez hay religiones con reglas extremas, pero insisto en que todas buscan la superación del hombre, nunca su perjuicio; por ejemplo, las grandes religiones, si han perdurado por siglos es porque deben de tener al menos una pizca de verdad en su filosofía.

—Es fácil manipular a las masas. ¿Cómo distinguir la verdad de entre todas las religiones? Yo creo que lo único cierto es que todo es mentira, todo es tan sólo una aberración del hombre por alcanzar la inmortalidad.

—Tal vez, cariño. Y podríamos pasarnos toda una vida hablando sobre esto y al final de cuentas terminaríamos con un mayor número de preguntas sin contestar. No debemos cuestionar cosas que están más allá de nuestra comprensión.

Hace mucho tiempo un hombre quiso descifrar el misterio de la Santísima Trinidad y, caminando en la playa, encontró a un pequeño, quien con un balde acarreaba agua del mar para depositarla en un boquete; después de mucho observarlo, al hombre le invadió la curiosidad y preguntó al niño cuál era el propósito de acarrear el agua hacia el agujero, y éste le respondió que pretendía almacenar toda el agua del mar. El hombre sorprendido, aseguró que ello sería imposible, pero el pequeño respondió que depositar toda el agua del mar en ese boquete, era más factible que hallar solución al dilema de sus pensamientos…, y con esto…

—Sí…, conozco la historia…

—Un filósofo, después de mucho pensar sobre la existencia de Dios, llegó a la conclusión de que después de todo, seguir las reglas no era tan malo, y si todo es mentira, al morir no habría consecuencias; en cambio, si todo es cierto y no llevaste a cabo los mandamientos de Dios…

—Espera… ¿Y si cumplo todos los preceptos y mi religión no es la correcta?

—No lo sé… Tal vez… Mira, todas las religiones comparten ciertas características y al final eso es lo único que cuenta.

—¿Estás diciendo que, sin importar la religión, todas tienen un “estándar”, o que sólo existe un Dios? y, si es esto último, debe ser malvado, pues muchos han muerto por defender a su Dios y a final de cuentas es el mismo ser. ¿Es lógico? ¿Tú qué crees?

—Si acaso es el mismo Dios, y yo pienso que es así…, es porque se manifiesta en diversas formas para darnos a escoger y permanecer en la religión que más nos parezca, y por otro lado, las religiones están conformadas por hombres y nadie es perfecto; sólo Dios. Pienso que a Dios no le agrada que nos matemos aunque sea en su nombre. Las guerras siempre son hechas por la humanidad.

—Pero si Dios fuera benévolo, no debería permitir las guerras, ni el sufrimiento… ni la miseria… ni nada…

—Yo pienso que él no quiere nada de eso, esas cosas no existirían si el hombre obedeciera con ciertos principios básicos y universales, que inclusive son reconocidos por las leyes civiles. Yo nací en un hogar católico, creo en mi Dios, y también creo que si existiera un Dios universal, tendría que ser él, tal vez te parezca tonto, pero yo lo he comparado con otras religiones y algo dentro de mí me insta a continuar en esta religión. Sé que el catolicismo ha cometido demasiadas atrocidades en el nombre de Dios, pero esos fueron actos cometidos por los hombres, y nosotros estamos influenciados a las fuerzas del mal, pero tales hechos no hacen que Dios sea injusto, simplemente nos da libertad de elegir.

Nuestra religión como otras, está llena de ritos, ceremonias y muchas cosas más, pero al menos desde mi punto de vista, lo importante de esta religión es el amor, si tienes amor por…

Y bla, bla, bla. Deizkharel quisiera escuchar a Alétse pero su concentración divaga sin rumbo fijo, y el motivo es porque siempre sale con sus mismos argumentos, y al menos para él, a veces es muy aburrido platicar con ella, en ocasiones no quisiera tocar este tipo de temas, pero  si no es con ella, ¿con quién? Después de todo, es su esposa y hace un esfuerzo para escucharla.

—… y la única diferencia entre el cristianismo y el catolicismo es el tiempo. Por eso yo creo que estoy en la religión correcta, y si acaso no lo es y al morir tengo un castigo, no me arrepentiré porque estoy convencida.

—Vaya, eres una gran mujer… ¿Qué haría yo sin ti? Te quiero mucho.

—Yo también, pero no debes obsesionarte con esto, hay hombres que se han pasado años filosofando sobre los grandes misterios de la vida, pero pienso que a la única conclusión que todos han llegado es que un misterio conlleva a otro y todos convergen en Dios, y éste es inadmisible.

—¿Crees que me obsesiono? No puedo evitarlo, yo también creo en Dios… y lo sabes…, pero es como si hubiera nacido con una enorme curiosidad… ¿Recuerdas la pesadilla que te conté acerca de…?

—Sí.

—Aún me sigue intrigando. A veces siento todo en mi contra. Recuerdo que al despertar estaba tan espantado que corrí hacia la habitación del padre Adriano, y al terminar de contarle todo, me dio un par de navajas para afeitar y me dijo  “Lo que debas hacer, hazlo ya”. Yo nunca pensé en el suicidio…, hasta esa noche… Con las navajas entre mis dedos, corrí a la capilla y lloré, no sé cuánto… Aún no sé qué me contuvo para no quitarme la vida… Creo que fue Dios. A partir de ese día, las pesadillas desparecieron, pero desde esa noche dejé de pisar la capilla…, la fe se extinguió dentro de mí. Muchas veces vi la muerte en mis ojos…, fue muy grande la desesperación y llegué a pensar que realmente me había suicidado, que todo era una ilusión, que mi vida formaba parte del recuerdo y mi alma penaba en busca de una repuesta cuya pregunta desconocía.

A veces me pregunto cómo es posible que haya sobrevivido… Tal vez fue Dios… Creo que si alguna vez pidiera una prueba de la existencia de Dios, sin duda alguna yo sería la evidencia… Yo no hubiera sobrevivido de no ser por él.

Esto que te digo es contradictorio a lo que pienso…, pero a pesar de todas las dudas que tengo, creo al igual que tú, en la existencia de alguien por encima de todos… No lo sé… ¿Sabes? Cuando nos casamos no estaba convencido de querer “consagrar” nuestra unión…

—Sí, lo sé.

—Antes de conocerte no había entrado a una iglesia desde aquella noche. En muchas ocasiones intenté poner un pie en un templo… temía que si entraba, éste se viniera sobre mí… ¡Qué tonto! Luego tú, de la mano me llevaste al altar y todo se desvaneció… Bueno…, casi todo…, porque creo en Dios y tú lo sabes… Sin embargo, no puedo sacar de mi mente todas esas incertidumbres. En ocasiones creo que los demonios se apoderan de mis pensamientos haciéndome dudar una y otra vez.

Cuando estoy a unos pasos de comulgar, quisiera huir a una isla lejana, y ahí dormir muchos años, luego despertar sin recuerdo alguno de mi pasado, como si volviera a nacer… Teniendo la ostia en mi paladar, las náuseas me invaden, pero… al tragarla, todo se esfuma…, es permanecer en una isla lejana donde nada existe, sólo yo…, la arena…, el mar…, el cielo…, el sol… Cuando despierto me veo entre tus brazos y nada importa…, pero sin saber de dónde…, nuevamente comienzo a dudar… y no encuentro razón lógica para esa “obsesión”. Es algo dentro de mí, y me instiga a buscar la respuesta a una pregunta que ni siquiera puedo hallar en mis pensamientos… ¿Sabes? Cuando te encontré creí que tú eras la respuesta…, me equivoque… De lo que sí estoy seguro es de que eres un respiro en mi asfixia… No imagino la vida sin ti…, eres la criatura más bella que “Dios” haya creado…

—Ya no te obsesiones, muchas de tus cuestiones son también las mías, pero procuro no pensar en ellas, sé que no voy a poder satisfacer mi curiosidad. Pienso que es mejor vivir en la ignorancia, porque a un ignorante no se le puede juzgar, acaso sólo de su ignorancia. El conocimiento implica responsabilidad, y antes de hacer cuestiones, debes de preguntarte si eres capaz de asimilar las respuestas; porque éstas pueden implicar tantas cosas, que podrían destruir tu mundo, yo por eso prefiero no pensar en ello. También sé que a ti no te satisface hacer solamente cuestionamientos, yo sé que ansias hallar respuestas, y es lamentable no poder dártelas, quizá por ello debas continuar por tu lado.

—¿Separarnos? No…, tú y sólo tú estás por encima de todo… Nada es más importante para mí.

—Eso quisiera pensar, pero cada vez que platicamos sobre esto, te siento distante, lejos de mí. A veces creo que no me amas; siento que estás a mi lado porque estás a gusto; estas cómodo, pero no porque me ames; creo que tú nunca has amado a alguien, a veces eres envidioso, individualista, egocentrista. ¿Has pensado si soy feliz? ¿Alguna vez piensas en las cosas que me hacen feliz? ¿Sabes que ansió ser madre?

—Sí… ya hemos hablado…

—¡Sí! Sabes que quiero ser madre, pero no tienes ni la menor idea de cuánto lo anhelo, y nunca podrás imaginártelo porque eres hombre, y eres egoísta, y a pesar todo… te amo… Por eso yo pienso que deberíamos separarnos… Tú no eres para mí… Debes continuar tu camino… Yo te amo y tú lo sabes, pero siento que tu felicidad no está a mi lado…

—¡No! No, Alétse. Sé que no soy el marido perfecto, y sé que quieres ser madre…, y yo también quiero ser padre…, pero no ahora…, todavía no… Con el trabajo que tengo, no gano lo bastante… y… —Deizkharel se siente acorralado por su mujer y, como ultima evasiva remata—Mejor ya vámonos…

—No, arreglemos esto ahora…

Deizkharel se da cuenta de que las soluciones sencillas no existen, debe ser más convincente en sus argumentos y en pos de convencer a Alétse que ella es la mujer de su vida, reafirma:

—Yo te amo… Tal vez no lo sé demostrar…, pero sé que únicamente a tú lado soy feliz… Me encanta estar contigo… Tú eres todo para mí… Con ninguna mujer he sentido sentimiento parecido…

—Pero, ¿te has puesto a pensar que tu búsqueda no está al lado de una mujer, y mucho menos tu felicidad? Y no trates de engañarme de que eres feliz, porque yo sé que no lo eres; yo siento tu tristeza, tu melancolía, y esos son sentimientos contagiosos; ellos y tú me hacen daño.

—No, Alétse, yo te amo y si volviera a nacer nuevamente, te elegiría como mi esposa…, y si no me quisieras… preferiría morir… Nada tiene sentido sin ti…, el mundo es gris…, cada segundo es una eternidad y ésta es un infierno… —con sus mejores recursos de convencimiento, agotándose Deizkharel, mira al cielo penumbroso, densamente nublado, y halla la excusa perfecta para postergar lo inevitable —mejor vámonos a casa, va a llover y mañana tengo que levantarme temprano.

Alétse no responde, una parte de ella, cree en las palabras de su esposo, no obstante una vocecilla advierte la falsedad de éstas, mas prefiere hacer caso omiso; después de todo, él está con ella y ama a ese hombre, a quien a pesar de ser la causa de un gran sufrimiento no quiere perder, pues al igual que muchas mujeres, piensa que es mejor vivir engañada, aun cuando conoce la verdad. ¿¡Qué importancia tiene!? Después de todo, ¿cuántas mujeres pueden vanagloriarse de tener a su lado al hombre que aman?

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